lunes, 22 de agosto de 2011


Santa María Virgen, Reina
22 de Agosto

"La Virgen Inmaculada... asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte".
(Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, n.59)


El pueblo cristiano, movido de un certero instinto sobrenatural, siempre reconoció la regla dignidad de la Madre del "Rey de reyes y Señor de señores". Padre y Doctores, Papas y Teólogos se hicieron eco de ese reconocimiento y la misma halla sublime expresión en los esplendores del arte y en la elocuente catequeseis de la liturgia.

Al ser Madre de Dios, María vióse adornada por Él con todas las gracias, prescas y títulos más nobles. Fue constituída Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosas como Madre cariñosa, asociada como se halla en la obra redentora del Reina de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María.

Quiere la Iglesia que oigamos la voz de María pregonando agradecida a Dios los singulares privilegios de que la colmó. El Evangelio anuncia el Reino de Cristo, de donde fluye también el reinado universal de María.

Esta fiesta litúgica fue instituida por Pío XII, y se celebra ahora en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos. La piedad del medioevo fue la que comenzó en Occidente a saludar con el título de Reina a la Santísima Virgen Madre de Dios, invocándola con las palabras:

Salva, Reina caelorum; Reina caeli, laetare. Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos. Por Jesucristo. Amén.


Salve

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida y dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Tí llamamos los desterrados hijos de Eva; a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!.
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Himno

Reina y Madre, Virgen pura,
que sol y cielo pisáis,
a vos sola no alca
nzó la triste herencia de Adán.
¿Cómo en vos, Reina de todos, si llena de gracia estáis,
pudo c
aber igual pa
rte de la culpa original?
De toda mancha estáis libre:
¿y quién pudo im
agina
r que vino a faltar la gracia en donde la gracia
está?
Si los hijos de sus p
a
dres toman el fuero
en que están,
¿cómo pudo ser c
autiva
quien dio a luz la libertad?.
 Amén.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.
Reina dignísima del mundo, Maa Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
  Amén.


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