domingo, 1 de julio de 2012

Misas Gregorianas.



Hoy día 30 de Junio, acabamos de hacer las 30 Misas Gregorianas por el Alma de mi padre, Delfín, en el Convento de la Virgen del Carmen de Calahorra (La Rioja).
Quiero que sepa que no lo olvidamos y le queremos, que siempre estará y permanecerá en nuestro corazón hasta el día que Nuestro Señor nos lleve a su lado y juntos de nuevo podamos abrazarnos. Amén.

Aprovecho también para explicaros a tod@s el significado de las Misas Gregorianas, y para que las utilizéis y salgan de nuevo a conocer, porque se que están olvidadas, y la verdad, personalmente creo que es una pena, por todo el poder que ellas tienen..

¿Qué son Misas Gregorianas?
Las Misas Gregorianas es una serie de Santas Misas que tradicionalmente se ofrecen en 30 días consecutivos tan pronto como sea posible después del fallecimiento de una persona. Estas Misas son ofrecidas individualmente por el alma de una persona.
La costumbre de celebrar las Misas Gregorianas por un alma en particular, demuestra que hay muchas personas que no están listas para el Cielo inmediatamente después de morir, y que por eso, necesitan el poder intercesor del sacrificio de Cristo, presente en la Santa Misa. Así, el alma puede continuar su perfección en la gracia lo que le permitirá entrar finalmente en unión con la Santísima Trinidad, nuestro Dios, quien es el Amor Mismo.

La historia de las Misas Gregorianas.
El nombre de las Misas Gregorianas viene de San Gregorio Magno, quien fue Pontífice del 590 al 604. San Gregorio Magno contribuyó a la difusión de la práctica piadosa de celebrar estas Misas por la liberación de las Almas del Purgatorio. En sus escritos, él nos dice que celebraba las Misas en 30 días consecutivos por el eterno descanso del alma de Justus, un monje que había muerto en el convento de San Andrés en Roma. Al final de la última Misa, el fallecido se le apareció a uno de sus compañeros monjes anunciándole que había sido liberado de las llamas del purgatorio.



Canto Gregoriano
Misa de Ángeles


Misa Ángeles
Monjes Benedictinos de Silos


Requiem Gregoriano


Celebración de Misa 
Canto Gregoriano





SAN GREGORIO MAGNO

San Gregorio Magno (ca. 540 en Roma - 12 de marzo de 604).
Gregorio I o también San Gregorio fue el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica. Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia latina junto a San Jerónimo de Estridón, San Agustín de Hipona y San Ambrosio de Milán. Fue proclamado Doctor de la Iglesia el 20 de septiembre de 1295 por Bonifacio VIII. También fuel el primer monje en alcanzar la dignidad pontificia, y probablemente la figura definitoria de la posición medieval del papado como poder separado del Imperio romano.

Biografía.
Gregorio nació en Roma en el año 540, en el seno de una rica familia patricia romana, la gens Anicia, que hacía mucho se había convertido al cristianismo: su bisabuelo era el papa Félix III, su abuelo el papa Féliz IV y dos de sus tías paternas eran monjas. Gregorio estaba destinado a una carrera secular, y recibió una sólida formación intelectual. Oficialmente se le adjudica la invención del concepto de Purgatorio.
Se dedico a la política de joven, y en 575 transformó su residencia familia en el Monte Celio en un monasterio bajo la advocación de San Andrés (en el lugar se alzo hoy la Iglesia de San Gregorio Magno). Trabajó con constancia por propagar la regla benedictina y llegó a fundar seis monasterios aprovechando para ello las posesiones de su familia, sea en Roma y también en Sicilia.
En el año 579 el papa Pelagio II lo ordena diácono y lo envía como apocrisiario (una suerte de embajador) a Constantinopla, donde permanece unos seis años y establece muy buenas relaciones con la familia del emperador Mauricio y con miembros de las familia senatoriales italianas que se habían establecido en la capital oriental. En Constantinopla conoce a Leandro de Sevilla, el hermano del también doctor de la Iglesia Isidoro de Sevilla. Con Leandro mantuvo una constante correspondencia epistolar que se ha conservado. Durante esta estancia disputó con el patriarca Eutiquio de Constantinopla acerca de la corporeidad de la resurrección.
Gregorio regresa a Roma en 585 o 586 y se retira al monasterio. Luego solicitó permiso de ir a evangelizar la isla de los anglosajones. Pero al saber el pueblo de Roma de sus intenciones, le pidieron al Papa que no lo dejara ir. Ocupó desde entonces el cargo de secretario de Pelagio II hasta la muerte de éste de peste en febrero de 590, tras lo cual es elegido para sucederle como pontífice.

Pontificado (590-604).
Al acceder al papado en el año 590 se ve obligado a enfrentar las arduas responsabilidades que pesan sobre todo obispo del siglo VI, pues no pudiendo contar con ayuda bizantina los ingresos económicos que reportan las posesiones de la Iglesia hacen que el papa sea la única autoridad de la cual los ciudadanos de Roma pueden esperar algo. No está claro si para esta época existía aún el Senado romano, pero en todo caso no interviene en el gobierno, y la correspondencia de Gregorio nunca menciona a las grandes familias senatoriales, emigradas a Constantinopla, desaparecidas o venidas a menos.
Sólo él poseía los recursos necesarios para asegurar la provisión de alimentos de la ciudad y distribuir limosnas para socorrer a los pobres. Para esto emplea los vastos dominios administrados por la Iglesia, y también escribe al pretor de Sicilia solicitándole el envío de grano y de bienes eclesiásticos.
Intenta infructuosamente que las autoridades imperiales de Rávena reparen los acueductos de Roma, destruídos por el rey ostrogodo Vitiges en el año 537.
En el año 592 la ciudad es atacada por el rey lombardo Agilulfo. En vano se espera la ayuda imperial; ni siquiera los soldados griegos de la guarnición reciben su paga. Es Gregorio quien debe negociar con los lombardos, logrando que levanten el asedio a cambio de un tributo anual de 500 libras de oro (probablemente entregadas por la Iglesia de Roma). Así, negocia una tregua y luego un acuerdo para delimitar la Tuscia Romana (la parte del ducado romano situada al norte del Tiber) y la Tuscia propiamente dicha (la futura Toscana), que a partir de ahora será lombarda. Este acuerdo es ratificado en 593 por el exarca de Rávena, representante del Imperio bizantino en Italia.
En una oportunidad, en Roma, Gregorio puso su atención en un grupo de cautivos que estaba en el mercado público para ser vendidos como esclavos. Los cautivos eran altos, bellos de rostro y lo que le atrajo en particular a Gregorio, todos ellos eran rubios. Movido por la piedad y la curiosidad pregunta de dónde provienen. "Son Anglos", responde alguien.  "Non Angli sed Angeli", (no son Anglos sino Ángeles), respondió Gregorio, tal vez, una interpretación no literal sería: "no son esclavos, son almas".
Este episodio motivó a Gregorio a enviar misioneros al norte y el trabajo estuvo a cargo del obispo Agustín de Canterbury.
Cuando Agustín llegó a Inglaterra escribió una carta a Gregorio, preguntándole que debía hacer con los santuarios paganos, en donde se practicaban sacrificios humanos. La respuesta de Gregorio decía: "No destruyan los santuarios, límpienlos", en referencia a que los santuarios paganos debían a ser re-dedicados a Dios.
Gregorio trabó alianzas con las órdenes monásticas y con los reyes de los francos en la confrontación con los ducados lombardos, adoptando la posición de un poder temporal separado del Imperio.
También organizó las tareas administrativas y litúrgicas eclesiásticas.
Gregorio falleció el 12 de marzo del año 604. Fue declarado Doctor de la Iglesia por Bonifacio VIII, el 20 de septiembre de 1295, aunque el título aparece hacia 800. Es uno de los cuatro Grandes Padres de la Igleisa occidental junto con Jerónimo de Estridón, Agustín de Hipona y Ambrioso de Milán.

Obras.
Gregorio es autor de una Regula pastoralis, manual de moral y de predicación destinado alos obispos. Recopiló y contribuyó a la evolución del CANTO GREGORIANO, llamado en su hono el Antifonario de los cantos gregorianos. En el año 600 d.C. ordenó que se recopilaran los escritos de los cánticos o himnos cristianos primitivos (conocidos también como Antífonas, Salmos o Himnos); dichas liturgias de alabanza a Dios eran celebradas en las antiguas catacumbas de Roma ya en el año 52 d. C., iniciadas por Simón Pedro al margen del gobierno romano que, por supuesto, celebra sólo fiestas paganas.
Esta antífonas fueron perdidas debido al cisma o diáspora de los ciudadanos romanos por las constantes guerras romano-bárbaras al tratar de catequizarlas (Edicto de Tesalónica). También contribuyeron los cambios de estructura de los cantos por personas que decidieron crear sus obras propias y gustos a la desaparición de estos documentos.
El antifonario de los cantos gregorianos permaneció atado al altar de San Pedro, pero estos desaparecieron. El papa Pío X encomendó a los monjes benedictinos de la abadía de Solesmes la reproducción fiel de estas melodías cristianas tras una búsqueda infructuosa de estas obras por parte de Francia en el siglo XIX.
La nueva recopilación de estas melodías fue llamada Edición Vaticana del Canto Gregoriano, haciéndose esta edición oficial el 22 de noviembre de 1903, cuando el canto gregoriano quedó plenamente reconocido por la iglesia como el canto oficial de la Iglesia Católica.
Entre sus obras conocidas encontramos el libro De Vita et Miraculis Patrum Italicorum et de aetemitate animarum, conocido comúnmente con el nombre abreviado de Libro de Los Diálogos, que narra la vida y milagros de diversos santos italianos del siglo IV, destacando en su segundo capítulo a San Benito de Nursia.
Desarrolló la doctrina del Purgatorio en el 593, a poco tiempo de asumir la cátedra de San Pedro.
Se conservan 866 cartas de Gregorio en su Regestum o Archivo de correspondencia, el 63% de las cuales son rescriptos (respuestas a solucitudes de normativa en asuntos eclesiásticos o administrativos). Se estima que durante su pontificado se enviaron desde Roma unas veinte mil cartas; el mismo Gregorio seleccionaba cuáles de ellas debían ser copiadas en el Regestum.



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