jueves, 28 de junio de 2012

CELULAS NEURÓTICAS DEL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO.


MISIONEROS DE LA OBEDIENCIA

Orígenes.
Llevaba bastantes días rehuyendo el diálogo con Dios y las angustias arreciaban. Todos los días, después de trabajar, me iba con mis amistades a las cafeterías y solía llegar al domicilio entres las dos y las tres de la madrugada (nunca hacía eso, pues no es mi costumbre). Llegaba, tomaba algo de cena, ingería las pastillas y a la cama. Una noche de ésas, reunidos en una cafetería de Algorta, cuando más risas les estaba causando a mis amistades, me levanto y sin más digo que me voy. Mi amiga Cristina me dice: "Angel, con lo bien que nos lo estamos pasando contigo, nos dejas". "Vosotros, le contesté, estáis pasándolo muy bien, pero yo tengo unas angustias que no aguanto más". Salí, y cabizbajo y orando llegué a casa. Cené, tome la medicación y me acosté. No pudiendo dormir y como las angustias arreciaban, me levanté, me posterné ante el crucifijo, y dando un grito silencioso, pero desgarrador, dije: "Señor, qué quieres de mí". "Funda, me contesto, las células neuróticas del Cuerpo de Cristo. Sin prisa, pero sin pausa". A lo que, días después, y en oración, le añadí: "Misioneros de la obediencia". Se cumplió la palabra de Dios según el Salmo 34, 18: "Ellos gritan, el Señor escucha, y los libra de sus angustias".
Rápidamente, hice unos pequeños estatutos, los entregué a unas servidoras de la renovación en el Espíritu, llamada también "Renovación Carismática", y naturalmente no me hicieron caso. Digo naturalmente porque incumplí la orden dada por Jesús: "sin prisa". Y yo me había precipitado.
Después de esto, fui a la Trapa de la Oliva, pues creí conveniente que los monjes lo supiesen, por si les movía a alguno a entrar en este camino. Allí me trataron con mucho cariño y me comunicaron que rezarían por este camino.
Por aquellas fechas expliqué las células a unas personas piadosas. Hubo una persona que me comentó que había una profecía en la Iglesia, de Cristo, o de María, a un Santo, acerca de que surgiría una congregación que uniría a todas la congregaciones de la Iglesia Católica sin quitarles su identidad. Aquello me animó muchísimo, pues era lo que yo había escrito después de los muchos días que había pasado en oración. Desde donde estábamos nos dirigimos al domicilio de una cristiana, le explicamos todo y ella nos contestó que no se sentía con fuerzas para acometer esta fundación. Resultado: el otro se desanimó.

Después quise ir a Toledo. Al seminario, pues por aquellas fechas había un seminarista, hoy sacerdote, que conocía y deseaba que conociese este camino. Pero me resultó imposible ir. Después de esto, por avatares de la vida, fui a vivir a Málaga.
En Málaga estuve unos 18 meses sin contactar con los grupos de la renovación en el Espíritu, pues residía en un cortijo.
De nuevo incumplí la orden de Jesús. La primera vez por ir de prisa y la segunda por pararme. Mejor dicho, por hacer una pausa. Pero, las órdenes de Dios son fuego interior, que el Espíritu Santo no permite que se acabe, y aún estando espiritualmente incomunicado con los grupos de la renovación, oraba para encontrar uno, y con la oración el Espíritu Santo me recordaba las Células. Así que empecé de nuevo a escribir, sin saber qué rumbo iba a tomar aquello. Por fin, encontré grupo de la renovación, y otro regalo más del Señor: me regalaron una furgoneta para desplazarme del cortijo al pueblo, pues sin el vehículo tampoco hubiese podido acudir.
Me presenté en la comunidad, y fui muy bien acogido. Acudía a la oración y no fallaba a ningún retiro. Para sorpresa mía, uno de los retiros lo dio el Padre Marcelino, sacerdote que conocí en Vizcaya, cuando él había llegado de la India, pues fue misionero en este país durante 35 años. Es un sacerdote muy querido por mi, y que es mi director de evangelización. Podría contar mucho sobre lo que le aprecio, pero es mejor que lo diga la palabra de Dios: "En acabando de hablar David a Saúl, el Alma de Jonnatan se apegó al alma de David, y le amó Jonnatan como así mismo" (1ª Samuel 18, 1). 
Le hablé de las células, le entregué lo que tenía escrito, lo ojeó y me dijo: "Buena filosofía". Me quedé desanimado. 
Terminado el retiro, y ya en casa, recapacité y comprendí que tenía razón. Dejé los escritos y desde aquel día empecé sin prisa pero sin pausa. Es decir, empecé a rezar más por las células.
Llevado por la oración y apoyado económicamente por el grupo de Pedregalejo, fui al convento de las Carmelitas de clausura de Linares (Jaén), donde daba un retiro el Padre Marcelino. Le comenté la locución que tuve de Jesús Crucificado y él me ungió y rezó sobre mí con la imposición de las manos.
En Málaga, conocí a otro sacerdote carmelita llamado Eusebio que residía en Amorebieta, en el mismo convento que Marcelino, era también bíblico y daba retiros espirituales. Al acudir al retiro, él estaba en la capilla con la gente; al poco de yo entrar, él hizo una alabanza y, al concluirle, yo pensé: ¡es un niño, un niño en el sentido santo de la palabra!. Al terminar la oración me abordó a la la salido de la capilla y, mirándome con cariño, me examinó diciéndome: "¿Cómo te llamas?. "Angel", le contesté. Y así empezó una amistad que cada día se está haciendo más intensa.
Pasados unos meses, estaba orando en mi habitación por el Padre Eusebio y, al terminar la oración, movido por el Espíritu, escribí una carta hablándole de las células neuróticas. Lo que le escribí, no lo sé. La eché a la mañana siguiente y a los pocos días pensé: "Ya servirá de algo".
Después de esto, salí a Vitoria a pasar el verano, y acudí al convento de Larrea de los Carmelitas, a visitarlos. Allí estuve hablando con Eusebio, el cual, al verme, me cogió de la mano, le hablaba a todo el que veía acerca de mí, y me llevó al jardín. Al empezar la conversación, lo primero que le dije fue que no había contestado a una carta que le escribí. Para mí alegría me contestó que sí (lo que había ocurrido era que la carta llegó cuando yo estaba en Vitoria), y que lo que le había contado no era ninguna tontería ni locura, sino que era de Dios, y se llamaba los Cenecucos. Y fue lo primero que se fundó en la Iglesia después de Pentecostés. Seguidamente añadió: ¡reza para que estemos en una célula el Padre Marcelino, tú y yo!; cosa que todos los días hago.


En el año 1993 Eusebio fue destinado a Israel y manteníamos correspondencia. Mientras tanto, yo acudía a los retiros de Marcelino. De vez en cuando, hablaba a la gente de las células, anécdotas del manicomio, (soy esquizofrénico-paranóico), chistes, etc. Me decían que tenía que grabarlo en cintas. 
Este  año, 1995 en varios retiros me animaban a grabar sobre las células, respondiéndoles yo que la autorización tenía que darla el Padre Eusebio.

En Septiembre de este año, fui a pedirle autorización, cosa que me dió, diciéndome: "tienes mi oración y mi consentimiento". Y hoy, 12 de Octubre de 1995, festividad del Pilar, se ha empezado a escribir sobre las células. Bajo tu protección, Madre Santísima, ponemos estos escritos, para que los guíes, y los protejas con tu manto a fin de que el enemigo no los perturbe y puedan ser luz, sal y fermento para la Iglesia y el mundo.


Los cenecucos.
La misión de los cenecucos consiste en formar y vivir en Células de todas las congregaciones e institutos religiosos. Cada célula se compone de un mínimo de tres miembros y un máximo de cinco, siendo todos de la misma orden. Al aparecer otro miembro, la célula se divide, y se forma otra célula.
Estarán al servicio de las parroquias.
Al poder ser, vivirán en pisos.
Se dedicarán al carisma de su orden.
En lo posible, volverán a la primitividad de su orden.


Las células.
Las células actúan como puente entre los conventos y el mundo.
Están para acercar, sin contemporizar, el cenobio a la ciudad. Se admiten enfermos, incluso psíquicos.
Los religiosos de las células, serán los encargados de presentar los enfermos a los superiores de las órdenes religiosa. Y, ambos, de decidir su ingreso en la congregación.


Los votos.
1.- POBREZA.
Pobreza es no tener el corazón apegado a ninguna cosa en la Tierra.
Pobreza es conocer la miseria de uno mismo.
Quien conoce su pobreza y la acepta, nunca se aparta la alegría de su corazón.
"Bienaventurados los pobres de Espíritu, felices los pobres". (Mt 5, 3).
La pobreza evangélica causa admiración, y quien admira una cosa, desea poseerla.
Si los cenecucos nos mantenemos pobres evangélicamente, hombres y mujeres seguirán este camino.
Nunca confundamos la pobreza con la miseria. La pobreza es de Dios, la miseria del demonio. La pobreza austera para uno mismo y espléndida para los demás. Tampoco hay que confundir el ser espléndido con el despilfarrar, pues esto último es también del Maligno.

2.-  CASTIDAD.
No es solamente guardar continencia sexual.
Es tener un corazón tierno, ante los juicios pecaminosos de los demás. 
"Nadie te ha condenado, yo tampoco te condeno. Véte y no peques más". (Jn 8, 10-11).
Tener mente y ojos limpios.
"Habéis oído que se dijo no cometerás adulterio. Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón". (Mt 5, 27).
"Una conversación pura y sana". (Col 3, 8). Malas palabras no salgan de vuestra boca.

3.- OBEDIENCIA.
"Debemos obedecer con prontitud y diligencia, pues Dios se complace en la obediencia". (1 S 15, 22).
Obediencia es igual que servicio.
La Iglesia será testigo fiel de Jesús ante el mundo por al obediencia y por la sangre de sus mártires.
Hay que ser como Jesús: obediente hasta la muerte y muerte de cruz, según Él decida.
"Quien obedece cumple todo. Y el que cumple todo se santifica. Todo está cumplido". (Jn 19, 30).
La obediencia empieza sometiéndose al inmediato superior.
Nuestra voluntad está sometida a la voluntad de los superiores.
Quieres ser amado: obedece, pues al que obedece se le ama.


4.- FIDELIDAD AL PAPA.
Todo lo que venga de Roma aprobado por el Papa y el Magisterio de la Iglesia lo aceptarás, promoverás y cumplirás con entusiasmo y diligencia.
Sólo podrás desobedecer aquello que esté en contradicción con la doctrina del Santo Padre y Magisterio de la Iglesia.
Los ruegos, peticiones y órdenes que dé el Santo Padre se harán con diligencia y preferencia a las demás cosas.
Todo con orden y sometimiento a la Iglesia.

5.- SERVIR A LOS POBRES MÁS POBRES.
El pobre más pobre no es el no tiene dinero, sino el que no tiene quien le ame.
A este le amarás con primor, le atenderás con solicitud y le servirás con alegría.
Si sólo tiene dinero, le abrirás el corazón a compartir. Y si el pobre más pobre sólo tiene penuria, mendigarás para socorrerle.

6.- SER LOS POBRES MÁS POBRES.
Jesús vivió dos clases de pobreza.
      Una en Nazaret: pobre, trabajador, obrero.
    Otra en su vida pública: la inicio y la consumió en la cruz. "El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza". (Lc 9, 58).
En su primera fase de pobre, podía dar limosna con su trabajo diario.
En su vida pública, le daban limosna, porque a la vez Él era el pobre más pobre.
Más Él, a la vez, ordenaba dar limosna como nos dice el evangelista (Jn 13, 29). Como Judas, etc..., o que diera algo a los pobres.
"Renunciamos a todos los bienes. Pobreza total y absoluta". (Lc 14, 33). Incluso las células serán donadas, o alquiladas, pero nunca tendremos posesiones.



Angel de Dios Montosa

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